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¿Qué pasa con los contenedores que se pierden en el mar?

120 millones de contenedores transitan todos los años por los mares del planeta y una parte nada despreciable acaban en el mar tras fuertes temporales o accidentes de navegación. Estos contenedores pueden hundirse o flotar a la deriva durante varios meses.

En los tres primeros meses de 2021 se han perdido 1.127 contenedores de transporte marítimo y se estima que las mercancías perdidas equivalen a unos 54 millones de dólares. Esta cifra es sorprendente, sobre todo si tenemos en cuenta que en todo 2020 se perdieron 3.112 contenedores y una de las principales razones que explican este aumento repentino de accidentes, es el clima que cada vez se vuelve más impredecible y mientras que los barcos se hacen más grandes, lo que permite que los contenedores se apilen más alto que nunca. Por otro lado podemos considerar el aumento en el ecommerce agrava enormemente la situación después de que la demanda de los consumidores se disparara durante la pandemia, lo que aumenta la urgencia de que las líneas navieras entreguen los productos lo más rápido posible.

Los peligros van desde los estibadores que cierran incorrectamente los contenedores uno encima del otro, hasta que los capitanes no se desvíen de una tormenta para ahorrar combustible y tiempo, ya que enfrentan la presión de los fletadores, un movimiento en falso puede poner en riesgo la carga y la tripulación.

Por lo tanto, cada uno de estos contenedores representa un potencial peligro de hundimiento en caso de colisión contra un barco de recreo, dado la enorme masa que tienen. Y aunque la superficie de los mares es enorme, también es enorme el número de contenedores perdidos que junto con otros objetos flotantes menores, pero también peligrosos, como son troncos de madera, basuras, e incluso boyas flotantes parecen cumplir la Ley de Murphy, en cuanto a la facilidad de que podernos topar contra ellos o pasar afectándolos.

Las prisas siempre fueron malas consejeras

El récord de contenedores perdidos se produjo en 2013, cuando el barco MOL Comfort se partió literalmente en dos y acabó con sus 4.293 contenedores en el fondo del mar.

Estos contenedores perdidos acaban causando graves daños colaterales a todo tipo de empresas, incluidas las grandes cadenas comerciales o fabricantes como Amazon o Tesla, que se quedan sin productos en sus almacenes o sin componentes para sus vehículos.

La Organización Marítima Internacional —que es parte de la ONU y regula el transporte marítimo— no señala causas demasiado concretas. Sin embargo, los expertos en este ámbito indican que la mayoría de los contenedores perdidos recientemente acabaron en el océano pacífico el pasado invierno.

Entre las causas están los fortísimos vientos a los que se enfrentaron estas embarcaciones —los más violentos desde 1948— pero también la presión para retomar el suministro de todo tipo de mercancías durante las Navidades y recuperar así el tiempo que se perdió durante la pandemia y el confinamiento.

Esas prisas provocan por ejemplo que los contenedores no se afiancen bien en las maniobras de carga —hay estrictas normas en este sentido— o que los capitanes no se desvíen de su rumbo ante las tormentas porque eso les haría perder tiempo y en consecuencia dinero.

Es cierto que el porcentaje de contenedores perdidos es bajo considerando que cada año se transportan 226 millones de estos contenedores, de modo que perder algo más de 1.000 no parece tanto, pero las pérdidas son importantes tanto para el comercio mundial como para el impacto ambiental.

¿Pero, qué ocurre con los contenedores perdidos?

Como indican algunos expertos, hay sistemas que permiten asegurar los contenedores en el barco a través de cierres de seguridad que enganchan unos con otros y hacen más difícil que se puedan perder en el mar. De hacerlo, no obstante, las empresas de transporte pueden acudir a los seguros que suelen contratar para tales sucesos.

Una vez perdidos, los contenedores no se intentan rescatar del mar, y de hecho su potencial impacto negativo en al ambiente marino contrasta con algunos efectos positivos.

Un estudio del Monterey Bay Aquarium Research Institute reveló que las paredes de 24 contenedores perdidos en 2004 acabaron convirtiéndose en la superficie a la que los percebes podían pegarse o desde la que los depredadores marinos podían cazar a sus presas.

Así pues, esos contenedores que acaban a grandes profundidades se convirtieron en ese caso en un arrecife artificial y acabaron atrayendo vida animal gracias a que proporcionaban un escondite frente a los depredadores.

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